viernes, 31 de marzo de 2017

El desentierro de la angelita / Mariana Enriquez


Mariana Enríquez es Licenciada en Comunicación social, se ha desempeñado profesionalmente como periodista y columnista en medios gráficos, como el suplemento Radar de Página/12 (donde es subeditora) y las revistas TXTLa Mano, entre otrasTrabajó como jurado en concursos literarios y dictó talleres de escritura en la fundación Tomás Eloy Martínez. Sus cuentos se han publicado en revistas internacionales y sus relatos han aparecido en antologías de España, México, Chile, Bolivia y Alemania.  Su novela Cómo desaparecer completamente está traducida al alemán.



Mariana Enriquez
A mi abuela no le gustaba la lluvia y antes de que cayeran las primeras gotas, cuando el cielo se oscurecía, salía al patio del fondo con botellas y las enterraba hasta la mitad, todo el pico bajo tierra. Yo la seguía y le preguntaba abuela por qué no te gusta la lluvia por qué no te gusta. Pero ella, nada, evasiva, con la palita en la mano, frunciendo la nariz para oler la humedad en el aire. Si finalmente llovía, fuera garúa o tormenta, cerraba puertas y ventanas y subía el volumen del televisor hasta tapar el ruido de las gotas y el viento –el techo de su casa era de chapa–, y si el aguacero coincidía con su serie favorita, Combate, no había quien pudiera sacarle una palabra porque estaba perdidamente enamorada de Vic Morrow.
Yo adoraba la lluvia porque ablandaba la tierra seca y permitía que se desatara mi manía excavatoria. ¡Qué de pozos! Usaba la misma pala que la abuela, una muy chica, del tamaño que usaría un niño para jugar en la playa, pero de metal y madera, no de plástico. La tierra del fondo albergaba pedacitos de botellas de vidrio color verde, con los bordes tan lisos que ya no cortaban; piedras suaves que parecían cantos rodados o pequeñas rocas de playa, ¿por qué estarían en el fondo de mi casa? Alguien debía haberlas sepultado. Una vez encontré una piedra ovalada, del tamaño y color de una cucaracha pero sin patas ni antenas. De un lado era lisa, del otro unas muescas formaban los claros rasgos de una cara sonriente. Se la mostré a mi papá, enloquecida porque creía encontrarme ante una reliquia, y me dijo que las marcas formaban un rostro de casualidad. Mi papá nunca se entusiasmaba. También encontré dados negros, con los puntos blancos ya casi invisibles. Encontré restos de vidrios esmerilados verde manzana y turquesa. Mi abuela se acordó de que habían sido parte de una puerta vieja. También jugaba con lombrices y las cortaba en pedacitos bien chiquitos. No me divertía ver el cuerpo dividido retorciéndose un poco para al final seguir adelante. Me parecía que si picaba bien a la lombriz, como a una cebolla, sin dejar contacto alguno entre los anillos, no iba a poder reconstruirse. Nunca me gustaron los bichos.
Encontré los huesos después de una tormenta que convirtió al cuadrado de tierra del fondo en una piscina de barro. Los guardé en el balde que usaba para llevar los tesoros hasta la pileta del patio, donde los lavaba. Se los mostré a papá. Dijo que eran huesos de pollo, o a lo mejor de bifes de lomo, o de alguna mascota muerta que debían haber enterrado hacía mucho. Perros o gatos. Insistía con lo de los pollos porque antes, en el fondo, cuando él era chico, mi abuela tenía un gallinero.
Parecía una explicación posible hasta que mi abuela se enteró de los huesitos y empezó a arrancarse los pelos y a gritar; la angelita la angelita. Pero el escándalo no duró mucho bajo la mirada de papá: él admitía las “supersticiones” (así las llamaba) de la abuela siempre y cuando no se desbordara. Ella le conocía el gesto de desaprobación y se tranquilizó a la fuerza. Me pidió los huesitos y se los di. Después me pidió que me fuera a la habitación a dormir. Yo me enojé un poco porque no entendía la causa de la penitencia.
Pero más tarde, esa misma noche, me llamó y me contó todo. Era la hermana número diez u once, mi abuela no estaba demasiado segura, en aquel entonces no se les prestaba tanta atención a los chicos. Se había muerto a los pocos meses de nacida, entre fiebres y diarrea. Como era angelita, la sentaron sobre una mesa adornada con flores, envuelta en un trapo rosa, apoyada en un almohadón. Le hicieron alitas de cartón para que subiera al cielo más rápido, y no le llenaron la boca de pétalos de flores rojas porque a la mamá, mi bisabuela, le impresionaba, le parecía sangre. Hubo baile y canto toda la noche, y hasta hubo que echar a un tío borracho y reanimar a mi bisabuela, que se desmayó por el llanto y el calor. Una rezadora india cantó trisagios, y lo único que les cobró fue unas empanadas.
–¿Eso fue acá, abuela?
–No, en Salavina, en Santiago. ¡Hacía un calor!
–Entonces no son los huesos de la nena, si se murió allá.
–Sí que son. Yo me los traje cuando vinimos para acá. No la quise dejar porque lloraba todas las noches, pobrecita. Si lloraba con nosotros cerquita, en la casa, ¡lo que iba a llorar sola, abandonada! Así que me la traje. Ya era huesitos nomás, la puse en una bolsa y la enterré acá en los fondos. Ni tu abuelo sabía. Ni tu bisabuela, nadie. Es que nomás yo la escuchaba llorar. Tu bisabuelo también, pero se hacía el tonto.
–¿Y acá llora la nena?
–Cuando llueve, nomás.
Después le pregunté a mi papá si la historia de la nena angelita era cierta, y él dijo que la abuela ya estaba muy grande y desvariaba. Muy convencido no parecía, o a lo mejor le resultaba incómoda la conversación. Después la abuela se murió, la casa se vendió, yo me fui a vivir sola sin marido ni hijos; mi papá se quedó con un departamento de Balvanera, y me olvidé de la angelita.
Hasta que apareció al lado de la cama, en mi departamento, diez años después, llorando, una noche de torm.
La angelita no parece un fantasma. Ni flota ni está pálida ni lleva vestido blanco. Está a medio pudrir y no habla. La primera vez que apareció creí que soñaba y traté de despertarme de la pesadilla; cuando no pude y empecé a entender que era real grité y lloré y me tapé con las sábanas, los ojos cerrados fuerte y las manos tapando los oídos para no escucharla –porque en ese momento no sabía que era muda–. Pero cuando salí de ahí abajo, unas cuantas horas después, la angelita seguía ahí con los restos de una manta vieja puesta sobre los hombros como un poncho. Señalaba con el dedo hacia afuera, hacia la ventana y la calle, y así me di cuenta de que era de día. Es raro ver un muerto de día. Le pregunté qué quería, pero como respuesta siguió señalando como en una película de terror.
Me levanté y salí corriendo hacia la cocina, a buscar los guantes que usaba para lavar los platos. La angelita me siguió. Apenas una primera muestra de su personalidad demandante. No me amedrentó. Con los guantes puestos la agarré del cogotito y apreté. No es muy coherente intentar ahorcar a un muerto, pero no se puede estar desesperado y ser razonable al mismo tiempo. No le provoqué ni una tos, nada más yo quedé con restos de carne en descomposición entre los dedos enguantados y a ella le quedó la tráquea a la vista.
Hasta ese momento no sabía que se trataba de Angelita, la hermana de mi abuela. Seguía cerrando los ojos bien fuerte a ver si ella desaparecía o yo me despertaba. Como no funcionaba le caminé alrededor y vi, en la espalda, colgando de los restos amarillentos de lo que ahora sé era la mortaja rosa, dos rudimentarias alitas de cartón con plumas de gallina pegoteadas. En tantos años tendrían que haber desaparecido, pensé y después me reí un poco histérica y me dije que tenía un bebé muerto en la cocina, que era mi tía abuela y que caminaba, aunque por el tamaño debía haber vivido apenas unos tres meses. Tenía que dejar definitivamente de pensar en términos de qué era posible y qué no.
Le pregunté si era mi tía abuela Angelita –como no habían hecho tiempo de anotarla con un nombre legal, eran otros tiempos, la llamaron siempre por ese nombre genérico–; así descubrí que no hablaba pero contestaba moviendo la cabeza. Entonces mi abuela decía la verdad, pensé, no eran del gallinero, eran los huesitos de su hermana los que desenterré cuando era chica.
Lo que quería Angelita era un misterio, porque más que mover la cabeza afirmativa o negativamente no hacía. Pero algo quería con suma urgencia, porque no sólo seguía señalando, sino que no me dejaba en paz. Me seguía por toda la casa. Me esperaba atrás de la cortina del baño cuando tomaba una ducha; se sentaba en el bidet cuando yo hacía pis o caca; se paraba al lado de la heladera cuando lavaba los platos y se sentaba al lado de la silla cuando yo trabajaba con la computadora.
Seguí haciendo mi vida normal durante la primera semana. Creía que a lo mejor se trataba de un pico de estrés con alucinación, y que se iría. Me pedí unos días en el trabajo, tomé pastillas para dormir. La angelita seguía ahí, esperando al lado de la cama a que me despertara. Algunos amigos me visitaron. Al principio no quise atender los mensajes ni abrirles la puerta pero, para no preocuparlos más, accedí a verlos aduciendo agotamiento mental. Ellos comprendieron, estuviste trabajando como una negra, me decían. Ninguno vio a la angelita. La primera vez que me visitó mi amiga Marina metí a la angelita en el placard, pero para mi terror y disgusto, se escapó y se sentó en el brazo del sillón, con esa fea cara podrida verdegrís. Marina ni se dio cuenta.
Poco después saqué a la angelita a la calle. Nada. Salvo ese señor que la miró de pasada y después se dio vuelta y la volvió a mirar y se le descompuso la cara, le debe haber bajado la presión; o la señora que directamente salió corriendo y casi la atropella el 45 en la calle Chacabuco. Alguna gente tenía que verla, eso me lo imaginaba, seguramente no mucha. Para evitarles el mal momento, cuando salíamos juntas –mejor dicho, cuando ella me seguía y a mí no me quedaba otra que dejarme acompañar– lo hacía con una especie de mochila para cargarla (es feo verla caminar, es tan chiquita, es antinatural). También le compré una venda tipo máscara para la cara, de las que se usan para tapar cicatrices de quemaduras. La gente ahora cuando la ve siente asco, pero también conmoción y pena. Ven a un bebé muy enfermo o muy lastimado, ya no a un bebé muerto.
Si me viera mi papá, pensaba, él que siempre se quejó de que iba a morirse sin nietos (y se murió sin nietos, yo lo decepcioné en esa y muchas otras cosas). Le compré juguetes para que se entretuviera, muñecas y dados de plástico y chupetes para que mordiera, pero nada parecía gustarle demasiado, y seguía con el dichoso dedo apuntando para el Sur –de eso me di cuenta, era siempre para el Sur– mañana, tarde y noche. Yo le hablaba y le preguntaba, pero ella no se podía comunicar bien.
Hasta que una mañana se apareció con una foto de mi casa de la infancia, la casa donde yo había encontrado sus huesitos en el patio del fondo. La sacó de la caja donde guardo las fotografías: un asco, dejó todas las otras manchadas de su piel podrida que se desprendía, húmedas y pringosas. Ahora señalaba la casa con el dedo, bien insistente. Querés ir ahí, le pregunté, y me dijo que sí. Le expliqué que la casa ya no era nuestra, que la habíamos vendido, y me dijo que sí otra vez.
La cargué en la mochila con su máscara puesta y nos tomamos el 15 hasta Avellaneda. Ella no mira por la ventana en los viajes, tampoco mira a la gente ni se entretiene con nada, le da a lo exterior la misma importancia que a los juguetes. La llevé sentada a upa para que estuviera cómoda, aunque no sé si es posible que esté incómoda o si eso significa algo para ella; ni siquiera sé qué siente. Solamente sé que no es mala, y que le tuve miedo al principio, pero hace rato que no.
Llegamos a la que fue mi casa a eso de las cuatro de la tarde. Como siempre en verano, había un olor pesado a Riachuelo y nafta sobre la avenida Mitre, mezclado con tufos de basura; en las esquinas, helados caídos de cucuruchos que dejaban el suelo pegoteado. Hay muchas heladerías sobre la avenida y mucha gente torpe. Cruzamos la plaza caminando, después pasamos por el Sanatorio Itoiz, donde se murió mi abuela, y finalmente rodeamos la cancha de Racing. Atrás estaba mi casa vieja, a dos cuadras de distancia del estadio. Pero ahora que estaba en la puerta, ¿qué hacer? ¿Pedirles a los dueños nuevos que me dejaran pasar? ¿Con qué pretexto? Ni lo había pensado. Claramente me estaba afectando la mente andar para todos lados con una niña muerta.
Angelita fue la que se encargó de la situación. No hacía falta entrar. Era posible asomarse al fondo por la medianera, eso era lo único que ella quería, ver el fondo. Espiamos las dos, ella en mis brazos –la medianera era más bien baja, debía estar mal hecha–. Ahí, donde solía estar el cuadrado de tierra, había una pileta de natación de plástico azul, empotrada en un hueco del suelo. Evidentemente habían levantado toda la tierra para hacer el hoyo, y con esa acción habían tirado los huesos de la angelita vaya a saber dónde, los habían revoleado, se habían perdido. Me dio lástima, pobrecita, y le dije que lo sentía mucho, que no podía solucionárselo; hasta le dije que lamentaba no haberlos desenterrado otra vez cuando la casa se vendió, para sepultarlos en algún lugar pacífico, o cerca de la familia si a ella le gustaba así. ¡Pero si tranquilamente podría haberlos puesto adentro de una caja o un florero, y llevarlos a casa! Estuve mal con ella y le pedí disculpas. Angelita dijo que sí. Entendí que las aceptaba. Le pregunté si ahora estaba tranquila y se iba a ir, si me iba a dejar sola. Me dijo que no. Bueno, contesté, y como la respuesta no me cayó muy bien, salí caminando rápido hasta la parada del 15 y la obligué a corretear atrás mío con sus pies descalzos que, de tan podridos, estaban dejando asomar los huesitos blancos

jueves, 30 de marzo de 2017

Test de Bechdel // Estándares mínimos para evitar la brecha de género



   Surgido a raíz de una reflexión cargada de ironía, el test de Bechdel se basa en la elaboración de una sencilla prueba que mide la brecha de género en los productos culturales, y en especial, en la industria del cine. 
   Su origen se remonta a un comic de 1985 (Unas lesbianas de cuidado) creado por  la dibujante Alison Bechdel, en la que dos mujeres se disponen a entrar al cine cuando una de ellas comenta que solo accede a ver películas que cumplan tres requisitos: que incluyan al menos dos personajes femeninos que tengan nombre, que estos compartan escena y hablen entre sí, y que la conversación no trate acerca de hombres

De todas las películas que viste/ves cuántas pasan el test ???  CHAN!


viernes, 24 de marzo de 2017

Brújula en la anomia / Ana Casset

En el tumulto inmenso de la gente que circula alrededor de todo con sus energías y sus voces, me diluyo, despacio en un rincón pequeño, invisible, la luz esquiva mi centro y pasa al de al lado. La opacidad se me integra a la piel y ando sin brillo, con el aturdimiento de los demás, con sus sonidos, sus gritos, sus reclamos, con todos sus sus... y me disuelvo entre pedidos ajenos y logros inalcanzables, escenas imposibles y ni un error externo que reclame -y vos, ¿Cómo estás?-

-¿Existo?, ¿cómo saber si estoy? giro la cabeza para ver mis pisadas,  en el pavimento no se dejan huellas.

Me hundo en el rincón oscuro, espalda contra la pared y me aíslo, me traga esa esquina opaca que la luz la esquiva.

Caigo en el encierro propio de las paredes, de lugares en penumbras. El ruido se apaga, no hay energías ni voces, ni nada. 
La luz se aleja y aparece la oscuridad absoluta, respiro una vez y trato de hacer el menor ruido posible. 

Estoy en la nada, todo oscuro sin paredes para arrinconarme y respiro, el zumbido de los oídos es ensordecedor y mi corazón late, late a gritos. Todo mi cuerpo se me revela contra todo y me grita en los oídos, me araña en la nariz, galopa en el pecho, -Estás acá, y hago caso a mi cuerpo y con un susurro estruendoso me digo Estoy acá.

En el tumultuoso mundo de seres humanos, a veces en un rincón donde la luz esquiva mi centro, no me ves, no sabés que existo, pero todo mi cuerpo me grita que estoy acá y respiro y estoy.


 Ana Casset

martes, 21 de marzo de 2017

Todos deberíamos ser feministas

La restricción de la sexualidad junto con el matrimonio heterosexual y la maternidad como formas de control sobre la fuerza de trabajo femenina descansan en la familia y en todas las instituciones y construcciones socio-culturales de este orden social, ideológico y político en el que vivimos inmersos, que a través de las leyes y la economía institucionalizan la dominación de los hombres sobres las mujeres.
Lo masculino se asocia a la pulsión, a la fuerza, al deseo incontrolable por naturaleza. Se les enseña a los hombres a reprimir emociones, ocultar su debilidad, delicadeza, ternura, vulnerabilidad. Porque llorar es de nenas o de putos, como sentir, hablar, cuidar a los hijxs y tantas otras acciones relacionadas con el afecto, el cuidado y el respeto. A las mujeres, en cambio, (de la mano del amor romántico) se nos enseña a pensar que es muy importante gustarle a los demás. Pero ese “gustar” implica algo muy concreto y ese algo concreto deja afuera el hecho de mostrar rabia, enojo, ser agresiva, ruda, vulgar o manifestar desacuerdo en forma contundente; cosas que se elogian o justifican si sos hombre. Nos crían para esperar tan poco de ustedes que la idea de que puedan ser salvajes y no tengan autocontrol para muchas personas resulta aceptable. Nos enseñan que no podemos ser seres sexuales de la misma forma que los varones, somos condenadas por gestionar nuestros deseos y pulsiones. Nos enseñan a tener vergüenza -“cerrá las piernas”, “tapate”- y nos hacen sentir que somos culpables por el hecho de haber nacido mujeres. Somos putas si queremos y si no queremos también o frígidas o madres abnegadas en su defecto. Se espera de nosotras delicadeza, ternura, sensualidad e instinto maternal, todo en su justa medida y en contraposición con lo masculino, se espera de nosotras que seamos dóciles y serviciales, que nos hagamos cargo de las tareas domésticas y de la educación de lxs hijxs. También es un hecho que ganamos menos que los hombres, ocupamos puestos subalternos y que somos cosificadas, maltratadas, abusadas, violadas, silenciadas, demonizadas y criminalizadas. Estamos vigiladas por el discurso corriente, por los hombres que dicen qué es bueno o malo para nosotras, por otras mujeres. Nos vigilan a través de la familia, los medios de comunicación con sus publicidades rosas y degradantes, con sus propagandas pro-maternidad y sus encubiertas campañas anti-aborto. Las sociedades, las religiones, el mercado nos imponen estéticas específicas, modificaciones corporales y demás pruebas de sumisión. Nuestros cuerpos nunca están a salvo. Somos el sexo del miedo y la humillación, que sufre una opresión específica y tolera una violencia inaudita e inhumana.
Es el matrimonio y el trabajo doméstico gratuito de las mujeres lo que nos hace compartir una posición común de clase social de género. Estamos expuestas a diferentes tipos de opresión, algunos comunes a todas y otras no. Estas construcciones  impuestas  postulan como base de opresión el control y la apropiación de la capacidad reproductiva de la mujer y refuerzan los estereotipos heteronormativos sobre masculinidad y feminidad ¡que son una trampa! Porque lo único que hacen es amoldar y limitar nuestro pensamiento y replicar la sujeción de las mujeres al padre, al marido y a los hombres en general, impidiendo nuestra constitución como sujetos políticos.
El machismo se apoya en la discriminación basada en la creencia de que por naturaleza los hombres son superiores a las mujeres. Por eso la violación, que es propia del hombre, es su programa político: la representación cruel y directa del ejercicio del poder: el goce de la brutalidad que se impone y anula al otrx. Sobre la exclusión de nuestros cuerpos se construyen las virilidades pero sepan que el mensaje es político, la ventaja de ustedes sobre nosotras tiene un costo: porque la confiscación del cuerpo de la mujer sucede al mismo tiempo que la confiscación del cuerpo de los hombres.
El feminismo, en cambio, es una visión distinta del mundo, una aventura colectiva para mujeres, hombres, bisexuales, travestis, transexuales y demás géneros, porque al final como dice Despentes “...las mujeres son chabones como cualquier otro y los hombres son putas y madres, todos en la misma confusión.” Contamos con la suerte de ser diferentes y elegir quién queremos ser. Hablemos. Preguntémonos. Desarmemos lo establecido y reproduzcamos patrones sanos que cuiden y no lastimen ni vulneren al otrx.


Abbey

viernes, 17 de marzo de 2017

No me arrepiento de nada / Gioconda Belli

Gioconda Belli es una poeta y novelista nicaragüense. Estuvo vinculada al Frente Sandinista de Liberación Nacional, fue una firme opositora a la dictadura de Somoza, por lo que tuvo que exiliarse a México y Costa Rica. Con el triunfo de la Revolución volvió a Nicaragua y  desempeñó diversos cargos en el nuevo gobierno hasta su renuncia en 1994. El compromiso político y el ser y el sentir femenino son los dos temas fundamentales en una obra. Su poesía, considerada revolucionaria en su manera de abordar el cuerpo y sensualidad femenina, causó gran revuelo. 



Gioconda Belli


Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
—ellas habitando en mí queriendo ser yo misma—
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
—en horas de oficina—
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

miércoles, 15 de marzo de 2017

Cuestión de no querer

Es de noche y voy de regreso a casa, vuelvo a tener ese malestar, esa presión en el pecho, como si me faltara el aire, camino, necesito alejarme, me invaden nuevamente estás preguntas, ¿será que es así? 
Yo sé que no, que hay otros caminos, otras formas. Otra noche mas que fui la única mujer sin hijxs de un grupo, personas que he conocido sin hijos y ahora ahí están, desde hace algunos años, en la vorágine de una rutina que no da tregua, en muchos casos con ganas de no estar ahí, pero no se puede decir, está mal, porque ser madre te debe hacer feliz, a mi me falta el aire. Y esto no tiene que ver con el amor a sus hijxs, ni con mi amor a los niñxs, lejos está de mi despreciar la maternidad,  pero si cuestionar la presión social sobre las mujeres y la maternidad, a meditar con detalle y responsabilidad nuestra opción reproductiva, nuestros deseos; y veo una inmensa mayoría que encaran la maternidad como resultado de la presión del sistema patriarcal impuesto y pasado de generación a generación, que si sos mujer vas a ser madre; que será el hecho en tu vida que te complete, que el género femenino tiene esa finalidad: la ser madre, que te recibís de MADRE Y MUJER, un titulo que viene cargado de culpa, mucha… a toneladas, por todo; siempre.
 A la culpa se le suma una gran desigualdad de tareas en la crianza, tareas del hogar y una particular presión social de ser perfectas, de dejar todo por tus hijxs, inclusive, sobre todo… a vos misma y que debes ser feliz porque sos madre. Como puede ser que sea la única idea de felicidad que se presenta para el género femenino.   El solo el hecho de cuestionarlo te hace una terrorista del sistema. Cuidado con no querer, y más aun con manifestarlo. Esta sociedad que nos impone a las mujeres tener hijxs, como parte del ciclo de la vida, sin cuestionarnos si lo deseamos o no, si nos hace felices o no.                                            
  Mujer sin hijos, mujer que no quiere tener hijos, ni adoptar, no ser madre. El simple hecho de ser una mujer de más de 30 años, soltera, sin hijxs, (ni cerca de la búsqueda) es motivo para escuchar gratuitamente, comentarios como: que estas esperando?, el tiempo pasa después no vas a poder, no te falta tanto para los 40 años y se complica esa edad, que ya vas a querer, que es lo mejor que te puede pasar, que si no conseguís pareja te inseminas, (si de verdad, me lo han dicho…y pienso ¿en que momento me escuchaste decir que quiero ser madre?...es que lo dan por sentado).   ¿Porque debo explicar mis razones o dudas para no querer ser madre? a un hombre nunca le preguntarían lo mismo, de hecho ni lo acusarían, ni lo mandarían adoptar, ni alquilar un vientre, simplemente si no quiere esta bien y a seguir con su vida, no se les dice que es “algo que los va a completar”.                                                                                                                                                      
Soy partidaria de la maternidad meditada y deseada, de la libre elección de cada mujer sobre su cuerpo, sin ser juzgadas, del aborto legal y gratuito, del desarrollo personal,  (eso no me hace egoísta), partidaria de la crianza compartida en equidad; partidaria de la igualdad.

Partidaria de ser libres de ser.                                                   

viernes, 10 de marzo de 2017

Carta a una compatriota / María Elena Walsh

María Elena Walsh fue una escritora, cantante y compositora argentina. Famosa por sus obras infantiles, revolucionó la manera en la que se entendía la relación entre poesía e infancia. También autora de varias canciones populares para adultos, entre ellas Como la cigarra, su cancionero fue difundido por artistas como el Cuarteto Zupay, Jairo, Mercedes Sosa y Joan Manuel Serat. Ya retirada de la música escribió artículos periodísticos, algunos guiones para TV y las novelas de corte autobiográfico "Novios de Antaño" y "Fantasmas en el Parque". A lo largo de su vida formó pareja con la folklorista Leda Valladares, la directora de cine María Herminia Avellaneda y la fotógrafa Sara Facio, con quien vivió desde inicios de la década del `80 hasta su muerte. 




"QUERRÍA empezar esta carta llamándote hermana, sea cual fuere tu edad y tu condición social. En realidad el parentesco es novedoso, un descubrimiento reciente del Movimiento de Liberación Femenina. Hasta ahora, sólo fueron hermanas las monjas, y al parecer no por ser hijas del mismo padre sino por ser esposas del mismo esposo ¿no? Porque hijos de Tata Dios somos todos. En la Gran Familia Argentina los varones fraternizan, se abrazan ruidosamente, se llaman ¡Hermano! con tanguero fervor, y en el paroxismo de la pasión fraterna llegan a desnudar a los futbolistas en plena cancha. Pero las mujeres nunca hemos sido hermanas sino entes aislados, parias sociales, menores de edad instigadas a traicionarse.
A pesar de todo, nos ha hermanado nuestra común condición de sombras, nuestro condicionamiento como satélites sujetas a implacables reglamentos. En materia de política venimos compartiendo demasiados sobresaltos y bastantes angustias. Es verdad que también las pasan nuestros varones, pero también es verdad que son ellos quienes las fabrican. Querría decirte hermana, en fin, porque supongo que estás tan harta como yo de paternalismos y no es cuestión de que, aprovechando la invitación de la revista EXTRA a dialogar con vos, me trepe a un púlpito "maternalista" para endilgarte reprimendas y sugerencias, por no decir amenazas, como las que recibimos a diario desde todos los frentes.
Querría compartir con vos algunas incertidumbres, algunas indignaciones y algo que ha pasado a ser desesperación. O, para decirlo con una frase que muchachos graciosos podrían atribuirnos: —"Querida ¿qué disfraz nos cosemos para estos carnavales preelectorales?" Porque las mujeres siempre estamos obligadas a disfrazarnos de algo para poder sobrevivir, Si sos militante de algún partido nada tengo que decirte, sino que te deseo buena salud y que aprendas karate. Y que trates de no equivocarte, porque el error de un hombre —aunque sea un error a mano armada— no es más que un simple error "¡es humano!" Pero el error de una mujer es una afrenta pública y sirve a la generalización: "las mujeres no están capacitadas... etc.".
Pero es posible que no milites ni creas, ya demasiado en plataformas, candidatos ni alocuciones. Seas quien fueres, estás sosteniendo un sistema que se cae de podrido, en tu doble calidad de víctima y de cómplice. Sobre tus hombros el sistema descansa tranquilo, y por eso te recomienda tranquilidad, "femineidad", que no te amachones abandonando los ruleros y usando la cabecita loca para pensar. Porque gracias a tu acrobática economía sobrevivimos, porque permites a los hombres, con tu mano de obra gratuita y/o peor remunerada, a soportar una situación que sin tu sacrificio seria intolerable y los obligaría a combatirla con mayor puntería y celeridad. Seas quien fueres, brillas por tu ausencia en este período preelectoral. No estás en función de candidata, ni de dirigente gremial, ni siquiera como opinante, salvo rarísimas excepciones. Y lo que es más grave, cuando sos excepción y algún partido te permite integrarte para algo más que pegar estampillas y hacer café, tenes miedo —con razón— de representar a tus congéneres y pareces un simple testaferro de los intereses machistas y jugás a tu propia traición.
Naturalmente, algunos muchachos nos critican la indiferencia y la abstención, y las aprovechan para consolidar sus ancestrales argumentos: "La mujer no está preparado para actuar en política, su Destino es el hogar, etc." Los mismos muchachos no suelen preguntarse por qué ningún presidiario triunfa en los Juegos Olímpicos, o por qué el gremio de chapistas no ha dado ningún escritor de la talla de Mujica Láinez. O, para ejemplificarlo mejor con una frase atribuida a Bernard Shaw: "Los norteamericanos blancos condenaron a los negros nada más que a lustrar zapatos; luego se pasaron la vida diciendo que los negros no servían más que para lustrabotas". Y esto me hace meditar en otra frase célebre: "Hay que educar al soberano". Con la fragilidad mental propia de mi sexo no recuerdo si la dijo Sarmiento o Tu Sam. (Consulto el Manual de Zonceras de don Jauretche: sí, fue Sarmiento en uno de sus días nublados). ¿Hay que educar al pueblo o devolverle la cultura que miserablemente le robaron quienes la usan para mantenerlo en la oscuridad y la indigencia? ¿Hay que educar, preparar a las mujeres o dejarlas ser dueñas de sus vidas, restituyéndoles las energías que les saquean, embruteciéndolas? ¿Deben prepararse o lo han estado siempre sin que las dejaran ejercer? "¡Las mujeres no están preparadas!" "¡La intuición, virtud esencialmente femenina!" ¿Y nadie dijo que hay que capar a los cretinos, para que no se sigan reproduciendo y produciendo conceptos como éstos? La cultura capitalista, su psicología dirigida, sus medios de difusión, sus revistas femeninas (con las que habría que hacer una pira en Plaza Mayo y quemarles el traste a sus editores), todo el aire que respiramos está contaminado de la misma falacia: la Natural incapacidad y subordinación de la mujer. Y fueron mujeres y niños los primeros seres humanos a los que explotó a muerte la Era Industrial, arrancándolos por la fuerza del Sacrosanto Hogar. Y es nuestro mundo Occidental y Cristiano el que no permite a la mujer trabajadora disfrutar sin angustias de la maternidad, el que apaña burdeles y dos morales, una para damas y otra para caballeros, el que se escandaliza de actos terroristas pero hace la vista gorda ante todos los atropellos cometidos contra el cuerpo de la mujer.
"Las mujeres no se dan cuenta de cuánto las odian los hombres", dijo una feminista. Tiene algunas ideas bastante ambiguas, pero se le escapó esta frase donde llama a las cosas por su nombre. Marginación, postergación, misoginia, no son sino eufemismos que suavizan una realidad llamada odio. Punto.
Con una estrategia típica de todo agresor con cola de paja, suelen defenderse por la acusación: —"¡Pero ustedes las feministas odian a los hombres, les declaran la guerra a los hombres!" Las feministas no tenemos odio, tenemos bronca. El odio —con los fierros, sean armas o moneda— es cosa de hombres. Estamos hartas de odio, aunque venga empaquetado en sublimaciones y piropos. No hemos declarado la guerra, sino que señalamos que existe y tiene los años de nuestra civilización. Nos defendimos como pudimos , a veces con malas artes, por lo tanto es mejor que ahora parezca una guerra abierta, limpia, esta que declaramos contra todas las formas de la arrogancia machista. La guerrilla de la artimaña, el repliegue y la comodidad no hace sino reproducir series de esposas "achanchadas" y madres castradoras.
El Movimiento de Liberación Femenina es una ideología revolucionaria, no exprimida de libracos apolillados sino del cotidiano martirio de la mitad de la humanidad. Nace en las ferias y junto a las bateas, a la vera de las camillas de ginecólogos carniceros y a contrapelo de los viejitos célibes de! Vaticano que vienen diagramando la conducta sexual según conviene a los intereses de los capitales y a las fluctuaciones del mercado bélico.
No es un entretenimiento destinado a distraer de la liberación de los pueblos, sino que esa liberación es mentira mientras la determinen exclusivamente los varones. Así como ya no es posible pensar en términos previos a Marx o Freud (por no decir a Galileo y a Colón), tampoco es posible seguir pensando sin erradicar de cuajo los prejuicio sexistas, base y modelo de toda opresión.
Causan gracia, por no decir otra cosa, las declaraciones apresuradas de algunos de los candidatos: "La mujer, durante nuestro gobierno, gozará de iguales derechos ... etc.". Esta manera burda de captar los votos de quienes fueron olvidadas durante la confección de plataformas y de listas, causa una melancólica ternura otoñal. Promesas... ¡a mamá!
Si los dirigentes se propusieran solucionar los problemas de la mujer tendrían que empezar por conocerlos. Y, que yo sepa, las mujeres no hemos sido convocadas para traerlos a luz, valga la femenina expresión. Y mucho menos las brujas sospechosas de feministas, que son todas feas y viejas (en cambio nuestros dirigentes son todos jóvenes y hermosos ... Rucci tiene un no sé qué de Paul Newman ¿viste?).
Darán las soluciones que ELLOS consideren oportunas, y siempre que no molesten a la Curia, las Fuerzas Armadas, las Compañías Petroleras, el Rotary Club, la masa societaria de Boca Juniors y el Centro de Damas-con-las-cabecitas-reducidas-por-los-Jíbaros. Eso si, alguna señora será nombrada subsecretaria de la Intendencia de Saladillo, y con eso quedará demostrado que la Mujer Sabe y Puede y Que La Dejen. 
Así como ahora nos dejan usar pantalones para compensar la falta de autoridad real, es posible que nuestros próximos gobernantes nos concedan algunos beneficios. Y bienvenida sea toda reforma, si remedia urgentes dramas que no pueden esperar. Pero ya sabemos que la política del Gatopardo no sirve a la larga sino para reforzar él statu quo: es bueno conceder una que otra mejora accesoria para seguir escamoteando lo esencial: la definitiva liquidación de las barreras de clase y de sexo.

EL Movimiento de Liberación Femenina no se conforma con paliativos, aunque no tenga más remedio que aprobarlos en primera instancia. Tampoco busca a ciegas la igualdad con el hombre (¿igualdad en fuerza bruta, en tácticas de opresión, en fracasos?). Lucha para conquistar una absoluta autodeterminación, para acabar con el reparto de privilegios, funciones y sanciones según el sexo, para construir a la larga una nueva civilización, humana y cooperativa. Las mujeres, como los negros, los colonizados, la clase trabajadora, a medida que tomamos conciencia, menos queremos dádivas; queremos lo que nos pertenece por-derecho y nos arrebatan día a día, es decir, TODO. Las mujeres, que fuimos custodias de la vida —para que fuera rifada en guerras— queremos más que nunca defenderla de los fabricantes de muerte. Pero según, cómo y cuándo lo determinemos nosotras.
Una de las más perfectas y sutiles perfidias de nuestra sociedad es el condicionamiento y la esterilización mental de las mujeres y los niños. Pero luchar contra ella es la lucha de todas las mujeres. Como cumplo con el pacto de no aconsejarte, y menos en estos momentos de apresurado proselitismo, no te pido que te conviertas en improvisada militante. Pero tengo la obligación de decirte que procures saber de qué se trata, desconfiando de las admirables cátedras de ignorancia que pueden darte los medios de difusión.
Releo esta carta escrita al correr de la máquina y supongo que puede resultarte agresiva. Lo siento. No pude hacerla peor. Por más que aguce el estilo me es imposible reflejar la agresividad de una villa de emergencia, de un aborto clandestino, de los precios de la farmacia. Estos ingredientes configuran un naufragio en el que las mujeres y los chicos entran primeros. Así como en los éxitos nacionales nos colamos por la retaguardia. Gracias, caballeros. Creo que en este juego de los votos, como en tantos otros, las mujeres no somos nadie. Creo que nuestro partido se jugará, a la larga, en otro frente. Lo que no significa que no te celebre si vas a votar con fe. Yo también la tengo, pero en vos."

martes, 7 de marzo de 2017



Las mujeres de Dagenham

En 1968 en la localidad de Dagenham, Inglaterra, 187 operarias de Ford, (187 mujeres sobre 55000 empleados hombres de las 5 plantas del Reino Unido) lideradas por su compañera y delegada en el sindicato Rita O’Grady, quien fue votada en asamblea por sus propias compañeras, se proclamaron en huelga, protestando por la discriminación de género, la desigualdad salarial, las “maquinistas de costura”, como se las conocía, puestos desempeñados típicamente por  mujeres, sus tareas se clasificaban como Grado A ó de ‘Habilidades Mínimas”, es decir que se entendía que su trabajo requería el mínimo de destreza, y por lo tanto su salario era sustancialmente menor a los de sus pares varones, además de no poder aspirar a desempeñar labores calificadas como grado B, los menos capacitados, y grado C los que contaban con destrezas más especializadas, reservadas para los varones, por asumir tácitamente que las mujeres estaban incapacitadas para realizar esas tareas, simplemente por el hecho de ser mujer.
El trabajo de las maquinistas consistía en elaborar los forros de piel de los asientos de los vehículos Ford, para lo cual tenían que unir decenas de piezas, sin patrón o guía, es decir a puro “ojo”, y en caso de cambiar los diseños no se les avisaba ni daba referencia, así que básicamente dependían de su ingenio y habilidad para lograr completar sus tareas. Sumado a esto, las condiciones de trabajo en el taller de costura eran muy precarias, debido a que no se consideraba que fuera un trabajo importante.
Rita O’Grady acude ante los delegados, todos hombres, de Sindicatos de Trabajadores, a pedirles que apoyen la huelga de maquinistas diciendo lo siguiente: “Estamos juntos en esto, hombres y mujeres. No estamos divididos por sexo. Sino por aquellos que están dispuestos a aceptar la injusticia” “No es un privilegio el que las mujeres podamos aspirar a tener los mismos derechos que los hombres, es una cuestión de principios y justicia”.
La huelga de tres semanas organizada por las maquinistas suma a los obreros al paro de producción, dándole el tiro en gracia a la ganancia de la Ford. Es así que un grupo de delegadas fueron recibidas por la entonces Ministra del Empleo, Barbara Castle, una mujer fuerte e inteligente, con quien lograron un acuerdo, que las acercaba en un 92% al salario de sus pares varones. Esta huelga fue el inicio de la lucha por avanzar en la causa de los derechos de las mujeres trabajadoras. Este acuerdo apoyado por la Ministra Castle, será la antesala de la aprobación de la Ley de Pago igualitario de 1970.
Pese a la aparente equidad en el salario, se encontraba por otro lado el hecho de que el puesto de Maquinista de Costura, aún se consideraba como un trabajo de  ‘habilidades mínimas”, es decir continuaba en la categoría A. Y seguía siendo una tarea designada a mujeres.
Así que 16 años después, en 1984, las maquinistas volvieron a salir a la calle a exigir el respeto a sus derechos con consignas como éstas:
“¡a igual tarea igual salario!”. Una trabajadora de Ford y luchadora por los derechos de la mujer, describe la situación de la siguiente manera Cuando se acumulaba el trabajo en otras áreas de la planta, por ejemplo en el área de instalación de paneles, las mujeres salían a apoyar a los hombres. Pero cuando se acumulaba el trabajo en la costura, era imposible colocar hombres en una máquina de costura, no tenían ni idea de cómo empezar a meter el hilo en la aguja”.
Fue la Comisión Europea quien obligó a la entonces Primer Ministra Margaret Thatcher, irónicamente una mujer, a pasar una ley que garantizara el pago equitativo por misma tarea, igual salario. Así se da la ley que prohíbe el trato menos favorable entre los hombres y las mujeres en términos de remuneración y condiciones de empleo en el Reino Unido.

jueves, 2 de marzo de 2017

1º mes mirando películas de directoras

Baise-moi - Virginie Despentes - Francia/2000 - Thriller

Sinopsis: La película cuenta la historia de dos mujeres (una prostituta que mató a su compañera de cuarto y una actriz porno que mató a su hermano) que se encuentran por azar mientras huyen. Marcadas por un violento destino se embarcan en un salvaje viaje marcado por el sexo y la violencia donde desencadenan una serie de asesinatos en contra de una sociedad en la que se sienten marginadas.

Comentarios: Basada en una novela homónima de Despentes y co-producida por la actriz porno Coraline Trinh Thi, traducida al español como Viólame, es un thriller de bajo presupuesto realizado en seis semanas. Fue censurada en varios países por contener escenas de sexo explícito y abordar temáticas como prostitución, violación, drogas, asesinato, suicidio entre otros temas políticamente incómodos.

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She´s beautiful when she´s angry - Mary Dore - EE.UU/2014 - Documental

Sinopsis:Documental sobre las mujeres que fundaron la segunda ola del movimiento feminista en los ´60 de los Estados Unidos. Retrata la historia de varias activistas bajo los lineamientos planteados por Betty Friedan en su libro “La mística de la feminidad”. Se analiza la situación de dominio y sometimiento sobre las mujeres estadounidenses desde sus luchas.

Comentarios: Documental emocionante e inspirador! Bajo el lema de “lo personal es político” y explicando que todo es cuestionable, muestra desde la mirada de diferentes activistas temas claves por los que aún hoy luchan los diferentes grupos feministas. A partir de grabaciones de la época de las protestas, los encuentros, el arte, la literatura y los testimonios revela que los cambios son posibles . Nos recuerda que la lucha sigue, que hay que alzar la voz para lograr cambios y asegurar los derechos alcanzados. Pueden encontrarla en Netflix!




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Un mes y dos días - Silvana Lopa - Argentina/2014 - Corto

Sinopsis: Es la historia de dos mujeres que se enamoran. Un relato  sobre el amor y los vínculos independientemente de cualquier elección sexual.

Comentarios: Autorretrato de la directora filmado con un celular y una web cam durante un mes y dos días. Lindo corto autobiográfico, dinámico y con referencias culturales interesantes.  Se puede ver por Odeon.



La directora presenta el corto

En realidad no estoy aquí - Carla Correa/Johnny Romero - Arg/2015 - Corto
Sinopsis: A partir de un estado de facebook se cuenta una situación de deja vú.

Comentarios: Animación stop motion  muy bien lograda hecha con papel y fotografías. El corto reflexiona sobre los recuerdos. Se puede encontrar en youtube.




Corto completo

Afternoon Delight - Jill Soloway - EE.UU/2013 - Drama en tono de comedia
Sinopsis: Es la historia de un ama de casa de clase media-alta, aburrida y cansada de la conformidad de la  rutina que  conoce a una strepper y la hospeda en su casa para ayudarla. Cuenta la historia de una mujer que experimenta nuevas experiencias  y explora sus propios límites  para poder encontrarse.

Comentarios: Está película independiente escrita y dirigida por Jill Soloway, productora de la serie “six feet under” y creadora de la serie web “Transparent”, es un drama con toques de comedia que toca diferentes  problemas que sufrimos las mujeres. Cargada de sensualidad y erotismo habla sobre la necesidad de cambios, sobre las relaciones familiares, la doble moral de la sociedad y la supuesta felicidad doméstica.




Trailer


Balance del mes #52PelículasDeDirectoras

Este mes todas las películas pasaron el test de Brechdel. En todas las protagonistas son mujeres, no sólo hablan entre sí más de un minuto de temas que no son hombres sino también que llevan adelante el relato, se enamoran, matan y se ayudan entre ellas.



Abbey


miércoles, 1 de marzo de 2017

Qué es y que no es el feminismo


Campaña #52PelículasDeDirectoras

    Me propuse mirar películas dirigidas por mujeres (mínimo 1 por semana durante un año) incentivada por la campaña #52FilmsByWomens que lanzó la organización Women in film and television de Los Ángeles.
La idea es visibilizar el trabajo de directoras por lo que mes a mes  voy a publicar la sinopsis y un pequeño comentario de las películas que vea (largos-cortos- ficción- documentales-animación)

Me embarco en el desafío para:

·        Apoyar y divulgar el cine dirigido por mujeres
·        Estimular la interacción creativa
·        Generar una mayor diversidad de puntos de vista sobre el cine
·        Derribar prejuicios
·        Luchar contra la desigualdad de género

Los medios construyen conceptos, clasificaciones políticas, sociales, psicológicas entre otras, por eso es importante lo que vemos y también la forma en la que miramos.


¡¡ Sumate vos también y compartilo en tus redes con el hashtag #52PelículasDeDirectoras !!


A

Llamamiento al paro internacional de mujeres


Este 8 de marzo las mujeres del mundo nos unimos y organizamos en un paro internacional para luchar por nuestros derechos y por un modelo social justo e igualitario.
Apropiarnos de lo político para emanciparnos es la solución que encontramos para contrarrestar el terror físico y moral al que como mujeres nos enfrentamos. Nosotras paramos porque no estamos todas, porque nuestras demandas son muchas y son urgentes.
Transformamos la rabia en lucha contra la crueldad, el odio, el racismo, la misoginia, la homofobia, la estigmatización,  la maternidad obligatoria,  el confinamiento doméstico, impulsado por el modelo de familia patriarcal, el capital, el mercado y el estado que nos explota, criminaliza y abandona.
Luchamos por la construcción de una sociedad que supere la dicotomía hombre-mujer y por un principio de realidad distinto basado en la igualdad de derechos y libertades de todas las minorías.
La tierra tiembla ante los lazos que creamos entre nosotras para poner en práctica el mundo donde queremos vivir.




¡El tiempo de la revolución es ahora!


Nacha y Abbey