miércoles, 18 de abril de 2018

Paula Wajsman / Textos inéditos

Paula Wajsman fue una escritora sanjuanina. Estudió psicología, practicó el psicoanálisis, la traducción y la investigación social. Vivió en Francia y en USA.  Publicó  la novela Informe de París, en Ediciones de la Flor, considerada por reconocidxs autores como una de las escrituras más interesantes de la década. Murió de cáncer en 1995, dejando una novela inédita –Punto atrás-, dos libros de poesía y cerca de sesenta cuadernos manuscritos con poemas, relatos de viajes y un libro de cuentos titulado Crónicas e infundios, del que  se hizo una edición sin sello editorial de 400 ejemplares. Desde entonces sus textos son casi inhallables y su nombre circula como el de una escritora intensa y secreta.





Textos inéditos

Una viñeta costumbrista

Pertenezco al pueblo de los memoriosos.

Cuando uno de nosotros mata, todos velamos. No velamos al muerto sino al asesino. Así es costumbre entre nosotros.
Debemos aceptar que nos ruegue perdón, pero nos repugna concederlo. El tiene lástima por la infamia del espejo que nos impone. Enfrentar su visión nos cegaría de horror y de vergüenza, pero se nos prohíbe olvidarlo.
El reo es representado por un paño negro que nos chupa los ojos. Mirándolo, pensamos.
El paño lustroso cuelga de una de las paredes de un excusado en el que todos –hombres y mujeres por igual- permanecemos juntos un día y una noche. Evitamos mirarnos, y callamos. Quien necesita descargar sus tripas, lo hace al lado de los otros, sin interrumpir la meditación que nos une. Los vahos de dolor son más fuertes que cualquier pestilencia.

                                                                                           ***
Sueño I

Un sapo gigantesco con ojos como piedras talladas; cada cara, una boca. El sapo traga insectos y le salen por los ojos: en cada faceta, un bicho movedizo.

Visión de reducidor de cabezas. Mundos diminutos de zoco, mercado, tienda de saldos. Bichos entran y salen. La vida de la materia es infinita, vertiginosa.
Por la calle de la herrería del rey desfilan personajes vestidos de terciopelo borravino. En la taberna de mesas cepilladas se elevan los vasos y los hombres se balancean cantando. Las colegialas ríen; a horcajadas sobre el tonel que mancha sus entrepiernas de rojo oscuro, olvidan la clausura solitaria de la niña. Que la vida colorada entre y salga por todos los agujeros, que el color descubra las piernas desnudas bajo el organdí.

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