lunes, 27 de noviembre de 2017

Margaret Atwood / El cuento de la criada

Margaret Atwood es una poeta, novelista, crítica literaria, profesora y activista política canadiense. Lucha por los derechos humanos, la libertad de expresión y otras causas. Es miembro de Amnistía Internacional y preside una organización internacional dedicada a la protección de las aves y sus hábitats. EScribió novelas de varios géneros, ensayos, relatos y poemas. Se descibe como una escritora feminista, ya que el tema del género está presente en algunas de sus obras de forma destacada.



El cuento de la criada (fragmento)
La noche

Dormíamos en lo que, en otros tiempos, había sido el gimnasio. El suelo, de madera barnizada, tenía pintadas líneas y círculos correspondientes a diferentes deportes. Los aros de baloncesto todavía existían, pero las redes habían desaparecido. La sala estaba rodeada por una galería destinada al público, y me pareció percibir, como en un vago espejismo residual, el olor acre del sudor mezclado con ese toque dulce de la goma de mascar y el perfume de las chicas que se encontraban entre el público, vestidas con faldas de fieltro —así las había visto yo en las fotos—, más tarde con minifaldas, luego con pantalones, finalmente con un solo pendiente y peinadas con crestas de rayas verdes. Allí se habían celebrado bailes; persistía la música, un palimpsesto de sonidos que nadie escuchaba, un estilo tras otro, un fondo de batería, un gemido melancólico, guirnaldas de flores hechas con papel de seda, demonios de cartón, una bola giratoria de espejos que salpicaba a los bailarines con copos de luz. En la sala había reminiscencias de sexo, soledad y expectación de algo sin forma ni nombre. Recuerdo esa sensación, el anhelo de algo que siempre estaba a punto de ocurrir y que nunca era lo mismo, como no eran las mismas las manos que sin perder el tiempo nos acariciaban la región lumbar, o se escurrían entre nuestras ropas cuando nos agazapábamos en el aparcamiento o en la sala de la televisión con el aparato enmudecido y la luz de las imágenes parpadeando sobre nuestra carne exaltada. Suspirábamos por el futuro. ¿De dónde sacábamos aquel talento para la insaciabilidad? Flotaba en el aire, y aún se respiraba, como una idea tardía, cuando intentábamos dormir en los catres del ejército dispuestos en fila y separados entre sí para que no pudiéramos hablar . (...)

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