lunes, 3 de abril de 2017

Algunas curiosidades del papel de la mujer en la historia



En la antigua Grecia las mujeres tenían los mismos derechos que los esclavos y eran tratadas al igual que ellos. En esta sociedad patriarcal era deber de ellas ocuparse de los niños y las tareas domésticas. Algo similar ocurría en la Roma imperial con las mujeres. Podemos hacer una distinción entre clases sociales: las mujeres ricas tenían “algo” más de libertades. Aunque este punto, esta diferencia  entre ricos y pobres, sea una temática tan vasta y extensa como lo es la temática de hombres-mujeres a través de la historia.
En la Edad Media la Iglesia tenía reservadas para la mujer dos imágenes que pretendía instaurar: la de Eva, que fue creada con una costilla de Adán, y la de María, que además de la virginidad, representa su abnegación como madre y esposa. La virtud más importante para la mujer es la castidad.

Una curiosidad respecto al papel de la mujer en estos tiempos es la particular historia de Enrique VIII, rey de Inglaterra en el  siglo XVI.  El rey y sus seis esposas.  Enrique tuvo una conducta bélica a lo largo de su reinado, se lo supone (por investigaciones posteriores) portador de una enfermedad congénita, lo cual le impedía dejar un descendiente varón al trono. Su búsqueda era tan desesperada que le llevó a crear su propia iglesia, la anglicana, cortando así relaciones con Roma, por no obtener el divorcio que anhelaba para contraer nuevas nupcias. Todo con el fin de concebir un sucesor; un hijo varón. Esto preservaría el statu quo de la familia Tudor.
La vida de los pobres, por supuesto, sigue otras lógicas. Pero en la corte del rey inglés las mujeres se suceden como un  medio para conseguir un fin.

En la época colonial y hasta avanzado el siglo XX el hogar fue el centro de la vida familiar, cultural y social. Por esto, la sociedad de la época tenía una estructura familiar sólida, con costumbres guiadas por un fuerte sentido católico. Las mujeres se casaban, en promedio, a los catorce años y eran educadas para el matrimonio. En la mayoría de los casos, el matrimonio de las mujeres aristocráticas era considerado una forma de alianza política y económica que buscaba perpetuar la posición social.
¿Y las mujeres pobres?... El buscar casarse con alguien de una buena posición social les haría escapar de una vida de miseria. En caso contrario serían lavanderas, empleadas en casas, prostitutas, monjas.

Si nos situamos en el período que va de fines del siglo XIX y principios del XX podemos encontrar un mundo que, desde el lado tecnológico, produjo más avances en pocas décadas que en cientos de años. Las comunicaciones, las medicinas, los nuevos vehículos. La antigua sociedad agrícola, feudal , de reyes y príncipes y emperadores va dejando lugar a un nuevo tipo de paradigma en el cual jóvenes republicas y una consolidada revolución industrial imprimen otra velocidad a los hechos.  El tiempo no es una bucólica meditación frente a una puesta de sol; el tiempo ahora es dinero. Los ingleses saben muy bien esta premisa y hacen colocar un inmenso reloj, el Big Ben. Es tiempo de producir. Las fábricas trabajan y producen. El capitalismo industrial se afianza… Por ello es absolutamente necesario que esas fábricas tengan obreros, y muchos… el fin de la esclavitud en los Estados Unidos garantizaría contingentes de raza negra que antes morían en las plantaciones de algodón. Ahora lo harían en las fábricas.
Con cierto cinismo declaro: las mujeres también pueden producir, al igual que los hombres. Miéntanles, díganles que son libres… Solo de esa manera  pueden tomar los trabajos en las fábricas que dedican sus esfuerzos de producción en una Primera Guerra Mundial que se llevara a 20 millones de hombres de forma prematura a la tumba en Europa.
En un continente asolado por la guerra millones de mujeres quedaran solas.  
Está allí la bohemia parisina de los años locos: esa década del 20 que culminará tan mal. Mediante el bombardeo incipiente de grabaciones de discos, cinematógrafos,  cualquier hija de vecino cree que puede ser posible soñar con ser Marlene Dietrich. Nueva York.  Sueños de percal, como dice el tango.  La obscena costumbre de ver como miles de pobres consumen aquel estilo de vida con el que  se divierten los ricos.
En estas épocas la mujer no estudia, no vota.
Cecilia Grierson, la primera mujer recibida de médico a fines del siglo XIX  en la Argentina es un rarísimo caso. Nunca pudo ejercer una cátedra en la facultad de medicina solo por ser mujer.
En nuestro país la mujer vota desde hace muy poco tiempo teniendo en cuenta lo extenso de los períodos históricos a los que nos referimos. El 23 de septiembre de 1947 Perón firmo el decreto  presidencial que otorgó a las mujeres el derecho al voto.
En 1977 un grupo de madres da vueltas en torno a la pirámide de la plaza de mayo para pedir por sus hijos, sus nietos. Desaparecidos a manos de eso que los militares llamaron Proceso de Reorganización Nacional. Esa “valiente” gesta de marzo de 1976 que desindustrializo y endeudo al país con la misma facilidad con la que ponía picana en los genitales de ciudadanos de un país en el que todos eran sospechosos de no sé qué historia. Algunos de ellos, valientes oficiales, se entrenaron para torturar pero no para disparar su fusil o su gomera frente a cualquier soldado inglés en dos islas argentinas. Me pregunto que hubiera dicho San Martín…
A estas mujeres  nadie les dice donde están sus hijos, sus nietos. No tienen respuestas. Son los tiempos de buscar respuestas por ellas mismas.  El estigma del macho y patriarca argentino, tan seguro sobre el peso de sus dos bolas, que le aseguran juzgar con liviandad que “son todas viejas locas”. Claro, esas “minas” dejaron su lugar natural que es la cocina o la crianza de los hijos para venir a hincharnos las pelotas con cosas que mejor dejarlas ahí. ¡Tendrían que estar todos contentos!¡ Le ganamos a Holanda 3-1 y somos campeones del mundo y salimos a festejar todos al obelisco!
Yo, como habitante de este país y como testigo de un tiempo histórico determinado, no puedo dejar de lado mis pasiones al escribir sobre ciertos aspectos.

Ahora estamos acá, y vos que estás leyendo esto… quizás habrás advertido con asombro algunas particularidades de la historia narradas más atrás, cosas que tal vez desconocías. Esto lo leerán hombres y mujeres, o lo que sea que vos te consideres (lo digo con el máximo de mis respetos). Pero si vos que lees esto y sos del género masculino, al igual que yo, que escribo esto; supongo que vos, al igual que yo, tenés  o tuviste una madre, una hermana, una tía, una abuela, una novia, una esposa, una amiga, una compañera de colegio, de trabajo, del club, etc … Hagamos el esfuerzo de pensar que ninguna de ellas pueda votar, ni hablar más de lo permitido, ni estudiar. Hacemos el ejercicio de ponerle una cara familiar para nosotros a la historia de cualquier desventurada mujer. Sea en la Inglaterra de los Tudor, en la antigua Grecia, en el siglo XIX o acá mismo…
Podemos decir que en algunos aspectos hemos avanzado. Sin embargo escuchamos muy seguido noticias de violaciones, golpizas, asesinatos y otros etcéteras en que las protagonistas son mujeres.
¿Es necesario repetir estas palabras que ya son dichas por otros? Sí, y lo será siempre.
Una última cosa… En el siglo IV antes de Cristo vivió un sofista griego llamado Protágoras. El dedujo que la Tierra era redonda porque cuando divisaba un barco adentrarse en el mar, en algún momento, desaparecía de su campo visual… él lo aseveró sin tener una instrumentación que lo respaldara en sus afirmaciones. Muchos murieron a través de los siglos por asegurar la redondez de nuestro planeta… Esta verdad tan simple y revelada a medias por Protágoras, creo que simboliza de alguna manera muchas verdades que son muy simples; tan simple como que por deducción lógica podemos decir que todos merecemos los mismos derechos, las mismas felicidades y oportunidades. Sin distinción de absolutamente nada. Ni sexo, ni países ni nada de nada. Estas verdades muchas veces son dichas hoy para ser escuchadas mañana.
Hombres y mujeres; somos todos humanos.
Al fin de cuentas Protágoras, en su simple deducción tenía razón.


Un ciudadano común.





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